La lectura y la escritura preservan la memoria al llegar la vejez

La lectura de libros, la escritura y la participación en actividades que estimulan el cerebro a cualquier edad puede preservar la memoria, según una investigación del centro médico de la Universidad Rush, en Chicago (Estados Unidos). "Nuestro estudio sugiere que el ejercicio del cerebro mediante la participación en actividades de este tipo a través de la vida de una persona, desde la infancia hasta la vejez, <strong>es importante para la salud del cerebro en la vejez</strong>", resume el autor del estudio, Robert S. Wilson. En la investigación, que publica la revista Neurology, 294 personas fueron sometidas a pruebas que medían la memoria y el pensamiento cada año a una edad promedio de 89 años, además de responder a un cuestionario acerca de si leían libros, escribían o realizaban otras actividades mentalmente estimulantes en la niñez, la adolescencia, la edad media y en su edad actual. Después de su muerte, sus cerebros fueron examinados en la autopsia para la comprobar los signos físicos de la demencia, como lesiones, placas y ovillos cerebrales. La investigación encontró que las personas que participaron en actividades mentalmente estimulantes de forma temprana y tarde en la vida tenían una menor tasa de deterioro de la memoria en comparación con aquellos que no participaron en estas actividades a través de su vida, después de ajustar por los diferentes niveles de placas y ovillos en el cerebro. La actividad mental representó casi el 15% de la diferencia en el declive más allá de lo que se explica por la existencia de placas y ovillos neurofibrilares en el cerebro. "No hay que subestimar los efectos de las actividades cotidianas, como la lectura y la escritura, en nuestros hijos, nosotros mismos y nuestros padres o abuelos", dijo Wilson. El estudio encontró que la tasa de disminución de la memoria se redujo en un 32% en personas con actividad mental frecuente en la edad avanzada, en comparación con las personas con una actividad mental media, mientras que la tasa de disminución de aquellos con actividad no frecuente fue un 48% más rápida que la de aquellos con actividad media.

La lectura y la escritura preservan la memoria al llegar la vejez

¿Cómo afecta la música nuestras emociones?

Son las siete de la mañana. Tu radio empieza a sonar y escuchas los primeros acordes de esa canción que tanto te gusta. Es inevitable. Comenzar así un lunes mejora las cosas. La música afecta nuestras emociones, la forma en la que encaramos los días e incluso nuestro estado de ánimo. ¿Qué hace de ella una herramienta tan poderosa, que condiciona cómo nos encontramos de una manera tan brutal? Hace un par de meses os contábamos cómo unos investigadores de California publicaban en la revista Science sus hallazgos sobre la importancia y la relación entre el núcleo accumbens y el córtex auditivo cuando escuchamos una canción. Gracias a la técnica conocida como resonancia magnética, los científicos buscaban entender qué ocurría en nuestro cerebro cuando oíamos música. <strong>Nuestro estado emocional puede alterarse con música</strong> Ahora investigadores de la Universidad de Pennsylvania, en Estados Unidos, han ido un poco más allá. A través de su trabajo publicado en la revista Nature Neuroscience, han tratado de averiguar cómo la música afecta nuestras emociones. Una experiencia que vivimos a diario pero de la que los científicos apenas tienen pistas. El equipo liderado por Maria Neimark Geffen se propuso entender el mecanismo por el cual algunos sonidos o canciones podían alterar nuestro estado emocional. Este hecho no es irrelevante, ya que existen casos realmente traumáticos, en los que convendría saber más acerca de los procesos neurológicos que tienen lugar. Por ejemplo, muchos veteranos de guerra que sufren estrés post-traumático, tiempo después de regresar de la zona de conflicto, siguen asociando ruidos o sonidos como los de los truenos, con emociones y sensaciones muy desagradables, propias del campo de batalla. Adivinar cómo activar o desactivar esta asociación mental podría ser una buena herramienta terapéutica para las personas afectadas. Para realizar su investigación, los científicos llevaron a cabo una serie de experimentos en ratones, para comprobar cómo la agudeza acústica de estos animales podía cambiar en el caso de que sufrieran un episodio traumático. Este hecho se conoce en neurociencia como aprendizaje emocional, y su estudio puede ayudar a entender por qué la música afecta nuestras emociones. <strong>Las pistas estudiadas con un viejo experimento de Pavlov</strong> Con este objetivo, los investigadores norteamericanos sometieron a los ratones a lo que se conoce como condicionamiento clásico o condicionamiento pavloviano. Esta experiencia de aprendizaje asociativo se basa en una vieja idea de Aristóteles, quien decía que cuando dos cosas suelen ocurrir juntas, la aparición de una traerá la otra a la mente. Si tras superar un episodio traumático, los animales variaban su agudeza acústica, de manera que pudieran diferenciar entre sonidos potencialmente peligrosos y sonidos relajantes, esto podía dar buenas pistas sobre cómo funcionaba el aprendizaje emocional. Repitiendo experimentos de aprendizaje muy específico a través de los sonidos, los científicos observaron cómo las respuestas emocionales y de desarrollo de la agudeza eran más específicas también, especialmente en el caso de que las frecuencias de los dos sonidos analizadas fueran parecidas. Por último, los investigadores fueron capaces no solo de analizar cómo la música afecta nuestras emociones, sino también qué regiones del cerebro se activan durante este aprendizaje emocional. Y aunque los efectos de este proceso sobre la percepción y agudeza acústica son específicos del córtex auditivo, lo cierto es que no es la zona cerebral directamente implicada en el aprendizaje emocional. En este importante proceso biológico, que media en parte cómo la música afecta nuestras emociones, participan dos regiones: la amígdala y las áreas auditivas subcorticales. Para conocer la relación entre la corteza auditiva y la amígdala aún se necesitan muchos más estudios, pero lo cierto es que los sonidos juegan un importante papel en nuestro estado de ánimo y las reacciones emocionales que llevamos a cabo. Son preguntas que, aunque la ciencia tarde en responderlas, son verdaderamente intrigantes en nuestra vida diaria. ¿Y a ti, cómo te afecta la música que escuchas? Fuente: alt1040.com

¿Cómo afecta la música nuestras emociones?

La buena relación entre los padres facilita el óptimo desarrollo socioemocional de los hijos

Un equipo de investigadores de la universidades de Huelva y de Sevilla, con el apoyo del Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad, han realizado un estudio sobre un total de 7.580 adolescentes españoles escolarizados, de entre 13 y 18 años, sobre los que se han evaluado los estilos de vida y la salud, y a los que se preguntaba la calidad de la relación entre los progenitores o la satisfacción con las relaciones familiares. El estudio, que ha sido publicado en la revista Anales de Psicología. <strong>Indica que la calidad de las relaciones entre los padres afecta directamente a la satisfacción del adolescente con las relaciones familiares</strong>, debido a su importancia en el establecimiento de un clima familiar positivo. El análisis fue realizado a partir del concepto de <strong>sentido de coherencia (SOC)</strong>, un indicador que sirve para medir los factores que promueven un funcionamiento adaptativo, mejor salud y mayor calidad de vida. Los resultados determinaron que cuando los adolescentes describían el clima familiar como distante o caótico se observaban niveles más bajos de SOC, mientras que <strong>cuando las características que se destacaban en el clima de relaciones familiares eran la calidez y cercanía, el clima familiar tenía una influencia positiva en el desarrollo del SOC de los adolescentes</strong>. Según Francisco Rivera, profesor de la Universidad de Huelva, la relación entre los progenitores incide directamente en el desarrollo socioemocional de los hijos, pudiendo afectar a la capacidad de autorregulación de las emociones, así como a las estrategias de afrontamiento. Además, la relación que los hijos observan entre sus padres puede incluso afectar en las relaciones interpersonales de los primeros, haciendo uso de las relaciones conyugales de sus padres como patrones de comportamiento para imitar. Fuente: tendencias21.net

La buena relación entre los padres facilita el óptimo desarrollo socioemocional de los hijos

La música mejora la fecundacion in vitro

La música amansa las fieras, hace crecer las plantas y hasta ayuda a las vacas a producir más leche. Ahora, además se le ha descubierto otro beneficio: ayuda a la fecundación «in vitro». Las microvibraciones que provoca la música mejoran en un 4,8% la tasa de fecundación «in vitro» de los óvulos en el laboratorio, según ha constatado un estudio del Institut Marquès de Barcelona sobre un sistema pionero que ha aplicado por primera vez en el mundo y que se ha presentado en el congreso de la Sociedad Europea de Reproducción (Eshre) en Londres. La reproducción asistida siempre ha buscado que las condiciones de los embriones en el laboratorio reproduzcan las del útero materno en temperatura, oscuridad y niveles de CO2, y este descubrimiento va en esa línea. Según explica la jefa de reproducción asistida de este centro, Marisa López-Teijón, las ondas musicales provocan microvibraciones que dispersan los productos tóxicos -radicales libres o amonio- de los cultivos y evitan que se acumulen, como ocurre de forma natural dentro del vientre de la madre con los movimientos peristálticos. Los sistemas de cultivo han evolucionado y actualmente los embriones se mantienen en los incubadores en el interior de micro gotas. Con todo, en el laboratorio los ovocitos permanecen estáticos y como consecuencia, los productos tóxicos que liberan se almacenan en el propio medio. Para evitarlo, algunas investigaciones recientes han aplicado vibraciones mecánicas a las placas de cultivo o bien han incorporado fluidos dinámicos a los medios de cultivo. «La novedad de este trabajo del Institut Marquès», señala la doctora López-Teijón, «está en utilizar la música como fuente de vibraciones en los embriones humanos durante su desarrollo in vitro, un sistema de fácil aplicación en los laboratorios de reproducción». Barry White, heavy, pop, clásica… El estudio «Impact of exposure to music durin in Vitro culture on embryo developtment» ha analizado 985 óvulos fecundados procedentes de 114 pacientes; los óvulos se dividieron en dos grupos y se cultivaron en dos incubadoras -una con música y otra convencional-: el primer grupo alcanzó una tasa de fecundación un 4,8% mayor. Los investigadores expusieron los óvulos a tres tipos de música de dos a cinco días durante 24 horas: música pop -a 80 decibelios-, heavy -84- y clásica -67-, con una selección de temas «aleatoria», puesto que no sabían cómo iba a influir la música en el experimento. «Parece que las células bailen», afirmó la doctora al mostrar el vídeo de una incubadora con altavoces que reproducía una canción de Barry White, un sistema también inédito que permite que los padres vean la evolución del embrión, lo que ayuda a reducir su ansiedad.

La música mejora la fecundacion in vitro

La lactancia materna impulsa rápidamente el desarrollo del cerebro de los bebés

Una investigación realizada con tecnología de imagen de resonancia magnética o IRM a un total de 133 niños ha revelado el efecto de la lactancia materna exclusiva en el cerebro de los bebés. El estudio constató que aquellos niños que habían sido amamantados sólo con leche materna durante sus tres primeros meses de vida presentaban un desarrollo de la materia blanca hasta un 30% superior que niños no amamantados. Asimismo, la investigación ha revelado que el cerebro de niños amamantados durante más de un año tienen desarrollo significativamente, especialmente en regiones vinculadas con la función motora. Un nuevo estudio realizado por investigadores de la Universidad de Brown (EEUU) ha arrojado una nueva evidencia sobre los beneficios de la lactancia materna para el cerebro de los bebés. En la investigación se utilizó la tecnología de imagen de resonancia magnética o IRM? (una técnica no invasiva que utiliza el fenómeno de la resonancia magnética para obtener información sobre la estructura y composición del cerebro) para observar el crecimiento de este órgano, en niños menores de cuatro años. De este modo, se constató que, a los 2 años, los niños que habían sido amamantados de forma exclusiva durante al menos tres meses presentaban un mayor desarrollo en zonas clave del cerebro, en comparación con niños que fueron alimentados con leche de fórmula o mediante una combinación de leche de fórmula y leche materna. Este crecimiento adicional fue más pronunciado en partes del cerebro relacionadas con el lenguaje, la función emocional y la cognición, también constató el estudio. <strong>Un estudio previo</strong> Esta no es la primera investigación que sugiere que lactancia materna potencia el desarrollo cerebral de los bebés. Por ejemplo, estudios anteriores sobre comportamiento habían relacionado ya este tipo de lactancia con resultados cognitivos positivos en adolescentes mayores y en adultos. Además, ya en 2011, investigadores de la Universidad de Oxford, de la Universidad de Essex y del Institute for Sorcial and Economic Resarch (ISER), del Reino Unido, constataron que amamantar a los hijos aunque sólo sea durante cuatro semanas tiene un efecto significativo en su desarrollo cerebral; y que este efecto beneficioso puede perdurar al menos hasta los 14 años. En este estudio anterior, los investigadores realizaron pruebas de lectura, escritura y matemáticas a niños de cinco, siete, 11 y 14 años, algunos de los cuales habían sido amamantados y otros no. Los resultados obtenidos demostraron que había una diferencia estadísticamente relevante entre los niños que habían sido amamantados y los que no, en lo que a las capacidades intelectuales estudiadas se refiere. Sin embargo, la presente investigación sí es la primera en la que se han obtenido imágenes que relacionan las diferencias cerebrales encontradas con la lactancia materna, en niños sanos y muy pequeños, explica Sean Deoni?, director del Advanced Baby Imaging Lab de la Universidad de Brown y autor principal del estudio, en un comunicado de dicho centro. El científico añade que lo que se pretendía al usar esta técnica era determinar en qué momento se producen cambios en el desarrollo del cerebro vinculados a la lactancia materna: “Descubrimos que estos cambios aparecen de manera inmediata”, afirma Deoni. Los hallazgos realizados aparecen publicados en NeuroImage. <strong>Análisis detallado de la materia blanca</strong> Deoni y sus colaboradores aplicaron la técnica de resonancia magnética a los cerebros de los bebés, mientras éstos dormían. Con ella, se analizó la microestructura de la materia blanca del cerebro, un tejido que contiene fibras nerviosas extensas, y que hace posible que las diversas partes del cerebro se comuniquen entre sí. Más concretamente, la técnica se centró en las cantidades de mielina?, que es el material que aísla a dichas fibras nerviosas y que acelera las señales eléctricas que circulan por el cerebro. Los científicos analizaron así a un total de 133 niños de edades comprendidas entre los 10 meses y los cuatro años. Todos ellos habían disfrutado de un tiempo de gestación corriente y provenían de familias con un estatus socioeconómico similar. Los investigadores dividieron a los niños en tres grupos: aquéllos cuyas madres señalaron haberlos amamantado de manera exclusiva durante al menos tres meses; aquéllos alimentados con una combinación de leche materna y leche de fórmula; y aquéllos alimentados sólo con leche de fórmula. Además, los científicos compararon a los niños mayores con los niños más pequeños para establecer trayectorias de desarrollo de la materia blanca en cada grupo. De este modo, se constató que, de los tres grupos, el de lactancia materna exclusiva presentaba el crecimiento más rápido en la materia blanca (formada por los axones –o extremos- mielinizados de las neuronas). El grupo alimentado con leche materna y con leche fórmula, por su parte, también presentó un mayor crecimiento de la materia blanca que el grupo exclusivamente alimentados con leche de fórmula, pero esta diferencia intergrupal fue menos pronunciada. En términos porcentuales, “hemos descubierto que la diferencia [en el desarrollo de la materia blanca] es del orden de entre el 20 y el 30% , entre los bebés alimentados con leche materna y los niños que no fueron amamantados. Me parece asombroso que pueda haber tanta diferencia tan pronto”, añade Deoni. <strong>Cuanto más tiempo, mejor</strong> A continuación, Deoni y su equipo confirmaron los datos de las imágenes con una serie de pruebas cognitivas básicas, que fueron realizadas a los niños mayores. Estas pruebas revelaron que los niños alimentados con leche materna presentaban un mayor rendimiento idiomático, de recepción visual y de rendimiento de su control motor. El estudio analizó por último los efectos de la duración de la lactancia materna. Para ello compararon el desarrollo del cerebro de los bebés amamantados durante más de un año con el del cerebro de aquéllos amamantados menos de un año. Descubrieron que dicho desarrollo fue significativamente mayor en los bebés que fueron amamantados más tiempo, especialmente en regiones del cerebro vinculadas con la función motora. Deoni afirma que estos resultados se suman a un creciente cuerpo de investigaciones que han constatado asociaciones positivas entre la lactancia materna y la salud cerebral de los pequeños. En 2008, por ejemplo, una investigación realizada en Bielorrusia con 14.000 niños demostró que la lactancia materna mejora los cocientes intelectuales de los bebés. La mitad de las madres de estos bebés participaron en una campaña de promoción de la lactancia materna, y la otra mitad no. Los hijos de las primeras fueron más listos, proporcionalmente. En 2012, además, otro estudio encontró una correlación entre no ser amamantado y una tendencia posterior a la depresión; y otras investigaciones han vinculado el destete precoz con un mayor riesgo de dependencia al alcohol (aunque se han producido resultados contradictorios sobre la asociación con la esquizofrenia). Referencia bibliográfica: Sean C.L. Deoni, Douglas C. Dean, Irene Piryatinksy, Jonathan O’Muircheartaigh, Nicole Waskiewicz, Katie Lehman, Michelle Han, Holly Dirks. Breastfeeding and early white matter development: A cross-sectional study. NeuroImage (2013). DOI:10.1016/j.neuroimage.2013.05.090. Fuente: Tendencias21.net

La lactancia materna impulsa rápidamente el desarrollo del cerebro de los bebés

El Síndrome de Burnout

El síndrome de burnout es un padecimiento que a grandes rasgos consistiría en la presencia de una respuesta prolongada de estrés en el organismo ante los factores estresantes emocionales e interpersonales que se presentan en el trabajo, que incluye fatiga crónica, ineficacia y negación de lo ocurrido.[1] Este síndrome no se encuentra reconocido en el DSM[2] aunque sí es mencionado brevemente en la Clasificación internacional de enfermedades bajo el código Z 73.0,[3] pero dentro del apartado asociado a “problemas relacionados con el manejo de las dificultades de la vida”. Cabe indicar eso sí, que en algunos países europeos a los pacientes con Burnout se les diagnostica con el síndrome de Neurastenia (ICD-10, código F 48.0) siempre que sus síntomas estén asociados al trabajo,[4] en concordancia con la lógica de planteamientos presentes en algunas investigaciones, quienes la vinculan con el síndrome de burnout, considerándolo, por lo tanto, como una forma de enfermedad mental.[5][6] <strong>Sinonimia</strong> El síndrome de Burnout también es llamado <strong>síndrome de desgaste profesional, síndrome de desgaste ocupaciona</strong>l (SDO), <strong>síndrome del trabajador desgastado, síndrome del trabajador consumido, síndrome de quemarse por el trabajo, síndrome de la cabeza quemada</strong>; en francés conocido como <strong>surmenage</strong> (estrés), es, sin embargo, un constructo del que se pueden desprender un sin número de definiciones por lo que es posible indicar la inexistencia de una única conceptualización[7][8][9][10] y que han incidido también en la aparición de diferentes modelos explicativos.[11][12] <strong>Origen conceptual del Síndrome de Burnout</strong> Este síndrome fue descrito por primera vez en 1969 por H.B. Bradley como metáfora de un fenómeno psicosocial presente en oficiales de policía de libertad condicional, utilizando el término “staff burnout”.[13] Posteriormente será desarrollado in extenso en 1974 por el psicólogo estadounidense Herbert Freudenberger a través de un estudio de campo al personal sanitario; en particular, este autor utilizó dicho término (presumiblemente basado en la novela de Graham Greene titulada A <em>Burnt-Out Case</em> de 1960, donde se describe al protagonista como un sujeto que sufre de burnout,[14] aunque tomando como referente el trabajo de Bradley) para describir aquellos estados físicos y psicológicos que tanto él como otros colegas sufrían al trabajar con una gran cantidad de jóvenes drogadictos,[15] acotando que éste síndrome involucraría: <blockquote>«(…) deterioro y cansancio excesivo progresivo unido a una reducción drástica de energía (…) acompañado a menudo de una pérdida de motivación (…) que a lo largo del tiempo afecta las actitudes, modales y el comportamiento general». Freudenberger (1998, p. 5.16).[16]</blockquote> En el año 1980 en tanto, Freudenberger publica su libro titulado <em>Burn Out: The High Cost of High Achievement. What it is and how to survive it</em>, texto que se ha transformado en un referente primordial para el abordaje primigenio del Síndrome de Burnout.[17] Por otro lado, en el año 1976 la psicóloga social Christina Maslach lo presenta ante un congreso de la Asociación Estadounidense de Psicología definiéndolo como un síndrome tridimensional que consideraba como dimensiones de análisis a los siguientes constructos: agotamiento emocional, despersonalización y baja realización personal, y que ocurriría entre sujetos que trabajan en contacto directo con clientes o pacientes.[18] <strong>Población de riesgo</strong> En general los más vulnerables a padecer el síndrome son aquellos profesionales en los que se observa la existencia de interacciones humanas trabajador-cliente de carácter intenso y/o duradero, sin considerar por cierto, a un cliente en particular sino más bien, a uno o varios.[5][6] Dichos profesionales pueden ser caracterizados como de desempeño satisfactorio, comprometidos con su trabajo y con altas expectativas respecto a las metas que se proponen,[19] en las que el Burnout se desarrolla como respuesta a estrés constante y sobrecarga laboral.[20] El síndrome de burnout es muy frecuente en personal sanitario (nutriólogos, médicos, enfermeras/os, psicólogas/os, psiquiatras, terapeutas ocupacionales,trabajadores sociales, terapeutas familiares y consejeros matrimoniales, así como también personal administrativo)[21][22] y docente[12] no escapando por cierto otros profesionales como deportistas de élite,[11][23] teleoperadores (operadores de Centros de llamadas), ingenieros, personal de las fuerzas armadas,[24][25] y en general, en diversas profesiones de las que actualmente, se observa un creciente interés por analizar.[18] Respecto al género, diversas investigaciones apuntan a que las mujeres son las que presentan mayor prevalencia que los hombres.[7] <strong>Síntomas</strong> Lo principal es un fuerte sentimiento de impotencia, ya que desde el momento de levantarse ya se siente cansado. El trabajo no tiene fin y, a pesar de que se hace todo para cumplir con los compromisos, el trabajo nunca se termina. La persona que lo padece se vuelve anhedónica, es decir, que lo que anteriormente era motivo de alegría ahora no lo es, en otras palabras, pierde la capacidad de disfrutar. Aún cuando se tiene tiempo, se siente siempre estresado. A diferencia de lo que ocurría al principio, el trabajo ya no produce incentivos para la persona afectada con burnout. Visto por otras personas, aparenta sensibilidad, depresión e insatisfacción. A los propios síntomas del estrés a nivel corporal se suman múltiples molestias: insomnio, dolor de cabeza, mareos, dolores musculares, trastornos digestivos, infecciones, manchas o afecciones en la piel, trastornos respiratorios y circulatorios o digestivos (variaciones en el peso). El burnout suele definirse a través de tres dimensiones:[1] <strong>- Agotamiento</strong> (exhaustion, en inglés) es la sensación de ya no ser capaz de ofrecer más de sí mismo(a) a nivel emocional; <strong>- Suspicacia/escepticismo</strong> (cynicism, en inglés) es una actitud distante hacia el trabajo, hacia las personas a las que se está ofreciendo el servicio y también hacia los compañeros de trabajo;[26] <strong>- Ineficacia</strong> (inefficacy, en inglés) es la sensación de que no se están llevando a cabo debidamente las tareas y de que se es incompetente en el trabajo.[1] <strong>Causas</strong> El síndrome burnout suele deberse a múltiples causas, y se origina principalmente en las profesiones de alto contacto con personas, con horarios de trabajo excesivos. Se ha encontrado en múltiples investigaciones que el síndrome ataca especialmente cuando el trabajo supera las ocho horas diarias, cuando no se ha cambiado de ambiente laboral en largos periodos de tiempo y cuando la remuneración económica es inadecuada. El desgaste ocupacional también sucede por las inconformidades con los compañeros y superiores cuando lo tratan de manera incorrecta, esto depende de tener un pésimo clima laboral donde se encuentran áreas de trabajo en donde las condiciones de trabajo son inhumanas. <strong>Prevalencia del Burnout</strong> Uno de los instrumentos más utilizados para medir el burnout es el denominado Maslach Burnout Inventory (MBI) creado por Christina Maslach y Susan Jackson, que utiliza un enfoque tridimensional para su evaluación utilizando los siguientes componentes: Realización personal en el trabajo, Cansancio Emocional y Despersonalización.[27] En función de este instrumento, dichas autoras estimaron un conjunto de puntajes comparativos del MBI para diversos campos de trabajo, pudiéndose indicar que el grado de burnout en cada uno de ellos sería:[27] Respecto a la prevalencia de este Síndrome, la información disponible es fragmentada, no habiendo aún algún estudio epidemiológico que permita visualizar el porcentaje de población real que la pacede, aunque existen investigaciones que se han abocado a realizar esfuerzos en torno a determinar la prevalencia en diversos campos. En este contexto, en una investigación realizada a una muestra de 11.530 profesionales de la salud residentes en España y América Latina, se pudo constatar que la prevalencia de Burnout en este tipo de profesionales fue: 14,9% en España, 14,4% en Argentina, 7,9% en Uruguay, 4,2% en México, 4% en Ecuador, 4,3% en Perú, 5,9% en Colombia, 4,5% en Guatemala y 2,5% en El Salvador.[28] Por otro lado, respecto a la prevalencia existente en docentes latinoamericanos, se aprecian diversas investigaciones tendientes a determinarla, pudiéndose indicar que para el caso de México alcanzaría al 35,5% (en una muestra de 698 docentes de 51 escuelas),[29] para Chile un 27,4% y con proclividad un 47,2% (en una muestra de 479 profesores de educación pre-escolar, básica o primaria y media o secundaria)[30] y para Perú un 40% (en una muestra de 616 docentes de educación primaria y secundaria).[31] <strong>Taxonomía de modelos explicativos del burnout</strong> Existen diversos modelos explicativos de este síndrome, y aunque los primeros provinieron desde la teoría psicoanalítica, se puede indicar que los principales modelos explicativos del Burnout se encuentran en la Psicología Social,[32] pudiéndose al menos mencionar los siguientes:[33][34][35] <em><strong>- Modelo Ecológico de Desarrollo Humano</strong></em>: Desarrollado por Carroll y White (1982),[36] se basa en el conjunto de interrelaciones que debe llevar a cabo el sujeto en los distintos ambientes donde participa, y en los que debe asumir diversas normas y exigencias muchas veces contradictorias, transformándose en fuentes de estrés.[36] <em><strong>- Modelo de descompensación valoración-tarea-demanda</strong></em>:[n][1] En este modelo, el burnout se conceptualiza como un elemento que operacionalizaría el estrés docente, denominándolo como sentimientos de efecto negativo. Fue desarrollado por Kyriacou y Sutcliffe (1978)37 como un modelo de burnout aplicado al mundo del profesorado que posteriormente fue ampliado por Rudow (1999) y levemente modificado por Worral y May (1989).38 <em><strong>- Modelo sociológico</strong></em>. [n][2] Este modelo considera que el Burnout se presenta como consecuencia de las nuevas políticas macroeconómicas y fue sugerido por Farber (1991) y finalmente desarrollado por Woods (1999). Para este modelo la globalización explica principalmente la epidemia de Burnout. <em><strong>- Modelo opresión-demografía</strong></em>.[n][3] Propuesto por Maslach y Jakson (1981), ve al ser humano como una máquina que se desgasta por determinadas características que la vuelven vulnerable (los años, pertenecer al género femenino, estar soltero o divorciado, etc.), combinado con la presión laboral y la valoración negativa de sí mismo y de los demás. Se ha criticado por ser un modelo mecanicista. <em><strong>- Modelo de Competencia Social</strong></em>: Es uno de los modelos más representativos construidos en el marco de la teoría sociocognitiva del yo, y fue propuesto por Harrison (1983).[39] <em><strong>- Modelo demografía-personalidad-desilusión</strong></em>: [n][4] Propuesto por El Sahili (2010),[34] este modelo considera que el Burnout requiere de dos elementos fundamentales para su formación, a saber: (a) un estrés que presiona al organismo durante mucho tiempo y que se combina con varias fallas en la personalidad y diversos factores de riesgo, y (b) la desilusión creciente que se tiene sobre la profesión ejercida, proveniente principalmente de la falta de compromiso, poca satisfacción laboral y pérdida vocacional. En este contexto, el estrés crónico no sería una variable explicativa significativa per se del Burnout, sino que necesitaría ser combinada con el desencanto que sufre el sujeto sobre las tareas realizadas.[34] Este modelo aún no está validado empríricamente. Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Burnout_(síndrome)

El Síndrome de Burnout

De las tweenies o tweenagers

Si matamos la infancia “produciremos frutos precoces que no tendrán madurez ni gusto y que se pudrirán muy pronto”. Quien habla es el filósofo francés Rousseau que ya a finales del XVIII no se mostraba partidario de adelantar las etapas de la vida. En especial era contrario a acortar la infancia. En su <em>Emilio o la educación</em> sostenía que esta infancia había que vivirla con plenitud mediante el juego. Por eso, exhortaba a los lectores a amarla y a “favorecer sus juegos”. “Hombres, sed humanos, que es vuestra obligación primera; sedlo con todos los estados, con todas las edades, con todo cuanto es propio del hombre”. El caso es que hoy, los chicos —en especial las chicas— de entre los 8 y los 12 años transitan una preadolescencia temprana que los ingleses, tan amigos de inventar categorías, llaman <em>tweenies</em> o <em>tweenagers</em> (de la unión de <em>teenagers</em>, adolescentes, con <em>wee</em>, pequeñitos). Las niñas juegan con muñecas góticas, se maquillan (sin salir de casa), posan en las fotos como si fuesen actrices de Club Disney, exigen un móvil o se desmayan por Justin Bieber cuando a su edad sus padres escuchaban a Enrique y Ana. “Si la infancia nace con Rousseau, podríamos advertir que hoy en día y con el afán de arrastrar a los niños al espíritu consumista, materialista y egoísta, podríamos estar siendo responsables de la muerte misma de este fenómeno cultural y evolutivo”, asegura Tomas de Andrés Tripero. Este profesor de la facultad de Educación de la Universidad Complutense considera que los adultos están permitiendo que los niños “se coloquen a la misma altura”, ambicionando económicamente lo mismo que los mayores y adquiriendo de manera directa conocimientos y actitudes de adulto pese a no tener la madurez imprescindible. Un ejemplo son las charlas para la elección de centro al pasar de primaria a secundaria. La decisión de que un niño acuda a un instituto u otro, cuentan sorprendido un jefe de estudios, ya no recae en los padres —que estudiaron donde quisieron los suyos— sino en los hijos, y es a ellos a quienes se dirige la charla explicativa. <strong>“Les hemos dado el derecho a elegir pero no les hemos enseñado a reflexionar sobre por qué esto y no aquello”</strong>, lamenta el psicólogo Ángel Peralbo. La psicoterapeuta Mónica Manrique acude al libro <em>Adolescentes, una historia natural</em> (Duomo), de David Bainbridge, profesor de Anatomía y Clínica veterinaria en la Universidad de Cambridge, para hablar desde un punto de vista biológico del acortamiento de la infancia. <strong>“La adolescencia empieza con la pubertad, que implica una secuencia de cambios biológicos que comienzan antes en las niñas que en los niños. En ambos casos se ha adelantado en los últimos decenios en los países occidentales”</strong>. Según Bainbridge, durante el pasado siglo XX la pubertad se inició 12 días antes por año transcurrido, pero en los últimos años este adelanto anual es de tres días. Manrique, autora del blog <a href="http://www.monicamanrique.com/blog/">Padres en apuros</a>, distingue varias causas que explican este adelanto de la adolescencia. No lo atribuye a los genes, “porque estos no pueden haber sufrido cambios tan grandes en tan pocas generaciones”. Observa el sobrepeso como anticipador de la pubertad, aunque “todavía queda mucho por saber”, precisa. “Podría existir un vínculo entre el inicio de la pubertad y la leche de fórmula, que hace que los bebés crezcan más rápido. Y un bajo peso al nacer lleva a que la pubertad se anticipe hasta 10 meses”. Manrique cree que puede condicionar la precocidad un mayor cuidado de la salud —menos parásitos e infecciones y mejor dieta—; un estatus más alto —“eso puede relacionarse con la mejor nutrición”—, la latitud —“los finlandeses entran en la pubertad un año más tarde que los griegos”— y el estrés, “que es algo que no es aceptado por todos los investigadores”. “Es verdad que hay un adelanto biológico, no hay más que verlo. Pero no va acompañado de una mayor madurez. Estos niños no son más responsables que los de antes. Casi diría que las anteriores generaciones no estaban tan perdidas y eso que no tenían acceso a tanta información”, opina Peralbo. El profesional culpa de esta desorientación a sus familias. “A los niños se les apunta a clase de todo, están muy preparados, pero no se les forma en inteligencia emocional. <strong>En valores, en el esfuerzo. No saben valerse por sí mismos y los padres están desbordados</strong>. La sobreprotección es un tema manido pero es evidente”, añade. <strong>A partir de los 13 años, las chicas europeas doblan a los chicos en casos de depresión y ansiedad y a la hora de puntuar su autoestima</strong>, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). “Todo parece indicar que, en buena medida, las adolescentes están sometidas a más situaciones de estrés, violencia, normas culturales y carga de trabajo que los varones”, sostiene Peralbo en su libro de autoayuda <em>De niñas a malotas</em> (La esfera de los libros). “Los niños son cada vez antes adolescentes, <strong>pero también sus padres no quieren dejar de ser jóvenes. A los 50 siguen considerándose, visten y se comportan como tales</strong>. De modo que la adolescencia se alarga por arriba y por abajo”, señala el educador y psicólogo Alfredo Hernando. Basta con darse una vuelta por algunas tiendas de ropa interior para comprobar el furor que provoca entre las mujeres de 40 la gatita animada Hello Kitty, que ya superó los 35. “<strong>El problema no es cómo vistan, sino que no sean capaces de asumir el papel de padre y actúen como amigos</strong>. Hemos pasado del padre autoritario que siempre tenía razón, al extremo contrario”. “Yo no creo que los niños hayan cambiado tanto. Somos nosotros, los adultos, y la sociedad los que lo han hecho. Platón decía que siempre nos quejábamos de la generación siguiente”, sostiene el psicólogo clínico Mark Beyebach. “<strong>Los padres están menos presentes y han delegado la educación en las pantallas, en los móviles</strong>. Los hijos están superprotegidos: se les matricula en la universidad, se les busca colegio mayor, traen la ropa a lavar… <strong>Viven una infancia con derechos pero sin las obligaciones de los adultos</strong>”, opina el coautor de <em>Cómo crear hijos tiranos</em> (Herder). “Pasan de que les preparen la mochila al descontrol total”. Beyebach considera que caemos en una trampa: “Tenemos un recuerdo idealizado de nuestra niñez”. El eje del cambio está, en su opinión, en el consumismo. “Hay muchas empresas con grandes intereses en el mundo infantil que presionan para que el niño consuma. Les crea frustración no tener móvil o iPad, saldo en el teléfono… La comunión es el paradigma del consumismo. Las familias se endeudan y eso no es aprendizaje”. En pleno derrumbe económico el derroche en la comunión se está frenando. El gasto se ha reducido un 45% en cuatro años y ronda los 1.700 euros en 2013, según el informe que cada año presenta la Federación de Usuarios Consumidores Independientes (FUCI). “Aunque con la crisis se haya reducido el gasto, no parece haber una consecuencia positiva porque queda la idea de consumir. Hay que aprender a tolerar la frustración”, dice Beyebach. Los padres de estos niños nacieron en los años sesenta y en los setenta y se criaron en un ambiente de creciente comodidad, acostumbrándose a una abundancia no pasajera. Por ese motivo mantienen una inclinación más consumista que la de sus padres y abuelos: tienen menos conciencia de los precios, son menos hostiles a la publicidad y les tientan más las rebajas y promociones. “El éxito es tanto más sorprendente en cuanto la sobriedad, la austeridad, el ascetismo, la renuncia y el desprendimiento han sido durante siglos guía y norte de los famélicos españoles, y que basta solo con remontarse unos pocos lustros para encontrar tales virtudes todavía instaladas entre nosotros”, se lamentaba en 1975 el sociólogo Rafael López Pintor en su libro <em>Los españoles de los 70</em>. Desde entonces, el consumismo solo avanza. “Por eso somos el país de Europa con más <em>smartphones</em>, cuando tenemos seis millones de parados. Yo no hablaría de que tenemos una crisis de consumo sino de un consumo de crisis. Nos hemos ajustado para seguir gastando”, razona Luis Alonso, catedrático de Sociología en la Universidad Autónoma de Madrid. <strong>Y en estas circunstancias los niños son marquistas porque los padres lo son. “Piden a sus familias cosas de marca para ser aceptados en el grupo</strong>. Hay una presión social que te empuja a llevarlas. Si no, tienes miedo de ser excluido y es lo peor que le puede pasar. Tiene que haber un contrapeso ecologista o elitista muy grande para que a los niños no les importe”, añade Alonso. “Los niños finlandeses son menos marquistas que los españoles a pesar de ser un país más rico. Han recibido, en la escuela y en casa, educación del consumo responsable. Hay otros valores, se da más importancia a lo público. En España llegamos tarde al consumo, partiendo de capital social y cultural muy bajo y por eso no es razonado”, prosigue Alonso. <strong>A menos formación intelectual, mayor es la obsesión por el consumo</strong>. “No tienen otras perspectivas de disfrute cultural”. “La adolescencia es un invento del siglo XX. Antes eras un niño y, cuando a los 11 o 12 empezabas a trabajar, te convertías en un adulto. Con 12 años las niñas ya eran madres”, recuerda el escritor juvenil César Mallorquí. “Por eso los comienzos de la literatura juvenil son difusos, hacia los años setenta, mientras que los de la infantil están claros”. “El 25% de los niños de entre 8 y 12 años en España tienen móvil. En el mundo nacen al día tres veces más <em>smartphones</em> que bebés. En el mercado hay disponibles ocho tabletas para el mercado infantil”, nos cuentan en el pequeño documental <em>La generación Play-móvil</em>, de la revista <em>Einnova</em> de la Universidad Complutense. “No es que la adolescencia empiece pronto, es que los niños con dos años están ya habituados a las nuevas tecnologías. El cerebro no está adaptado para esos estímulos perceptivos y va a tener que cambiar. ¿Cómo van a conducir de mayores solo a 120 si su sistema nervioso se ha adaptado a la rapidez?”, anuncia De Andrés Tripero, que incide en la experiencia de Silicon Valley, el paraíso de la informática. “<strong>Allí, los ejecutivos no dan un ordenador y un móvil a sus hijos hasta tarde. Porque lo que quieren es que desarrollen la estabilidad emocional y se sociabilicen, y las tecnologías aíslan</strong>”. “Las empresas contratan a expertos que analizan las redes sociales y crean productos pensados para adolescentes. A un cantante de voz meliflua que canta lo que ellas quieren oír”, se mofa el educador de Justin Bieber. “El gasto mayor no está en la moda, que es para mayores, es en tecnologías”.<strong> El 78% de los chicos entre 14 y 19 años corren el riesgo de tener comportamientos obsesivos en el futuro por su</strong><a href="http://www.consumer.es/web/es/prensa/2012/12/11/214845.php"><strong>“obesidad digital”</strong>, según un estudio de la Fundación Eroski</a> presentado el pasado noviembre. Existen ya casos diagnosticados de adolescentes internados en un centro de salud mental para curarse su obsesión. Sobre el poder de Internet incide también Laia Esqué, editora del sello juvenil Molino. “A través de Internet tienen acceso al mundo entero y han cambiado la forma de relacionarse con otros niños. A su edad nos apuraba llamar a un amigo a su casa y tener que hablar con su padre. Ahora tienen muchas formas diferentes: el <em>chat</em>, el móvil… Eso les hace más autónomos, adultos”. Una madurez que, sin embargo, en opinión de Esqué, no tiene su reflejo en el nivel intelectual de sus lecturas. “Hay libros extranjeros infantiles o juveniles que en España se catalogan para adultos porque se consideran demasiado complejos. Ha pasado con <em>El niño con el pijama de rayas</em> o <em>La ladrona de libros</em>”. “No existe una edad ideal para entrar en la adolescencia. Lo que podemos hacer como padres es cuidar nuestra relación con ellos, aceptarles como personas que están cambiando, llevar de la mejor manera posible que se vayan distanciando de nosotros y encajar con generosidad e inteligencia la influencia cada vez mayor del grupo de iguales”, piensa la psicóloga Manrique, que ha trabajado con niños problemáticos y en una escuela de padres. “También tendremos que proporcionarles una buena formación y educación sexual e intentar no perder los nervios ante la inestabilidad emocional en la que viven”. ¿Qué diría Rousseau? Fuente: <a href="http://sociedad.elpais.com/">http://sociedad.elpais.com</a>

De las tweenies o tweenagers

Los nuevos usos de internet son un desafío para los padres de familia

De los jóvenes de 12 a 17 años de edad, el 78% usan teléfonos celulares y casi la mitad de esos aparatos tienen acceso a internet, una cifra que tiende a crecer y que está cambiando la manera en que los jóvenes se conectan a la red mundial. Una encuesta del Pew Internet & American Life Project determinó que uno de cada cuatro menores tienen acceso al internet mayormente por teléfono celular, una proporción que asciende a casi la mitad cuando se trata de propietarios de teléfonos multiusos. “Cuando se me olvida el teléfono en casa, me siento desnudo”, dice Michael Weller, un estudiante de la escuela secundaria New Trier, en Chicago. “Realmente, necesito sentirme conectado todo el tiempo”, asegura. Según el estudio, niñas adolescentes de 14 a 17 años son las que más usan su teléfono celular para conectarse a internet. Aunque los jóvenes de menos recursos económicos siguen siendo los menos propensos a utilizar la red, los que contaban con teléfonos usaban esa herramienta para conectarse. Actualmente ya existen teléfonos celulares que les permiten a los padres bloquear ciertos contenidos. Las compañías telefónicas ofrecen servicios con los que estos pueden ver la lista de textos que envían sus hijos. Hay varias aplicaciones que les dan a los padres el control de los contenidos que ofrece un navegador de internet, aunque muchos expertos coinciden en que esas aplicaciones a veces pueden fallar. A pesar de todas esas herramientas, muchos expertos consideran que el monitoreo de los padres no es suficiente. Algunos son más estrictos, otros menos. “Hay como dos extremos: por un lado los que monitorean todo y bloquean una enorme cantidad de cosas, y los que se rinden y dicen esto me cuesta demasiado trabajo”, afirmó Mary Madden, una investigadora del Centro Pew que fue coautora del estudio. Añadió que muchos padres se niegan a quitarles los teléfonos a sus hijos porque quieren que los niños se mantengan en contacto con ellos. “Los adultos todavía están tratando de ajustarse a las nuevas reglas para sí mismos y para sus hijos”, indicó Madden.

Los nuevos usos de internet son un desafío para los padres de familia