En la primera entrega de esta serie sobre “La estafa del Código real”, tuvimos ocasión de ver como la versión del Nuevo Testamento que se titula “El Codigo Real” ha falseado de manera totalmente injustificada las referencias a la deidad de Cristo que aparecen con profusión en los escritos apostólicos. En esta entrega vamos a detenernos en la manera en que pervierte el Evangelio de la gracia de Dios.
La enseñanza de la Biblia sobre la salvación es de una claridad meridiana. La salvación no deriva de los méritos u obras humanas; no es ganada por el hombre gracias a su esfuerzo, sino que es un regalo de Dios, un don inmerecido obtenido por Cristo al morir en nuestro lugar en la cruz y por ello sólo puede aceptarse o rechazarse. El receptáculo para la aceptación no es otro que la fe.
Así, resumiendo un tema extenso, la Biblia enseña que la salvación es “por gracia a través de la fe, no por obras para que nadie se glorie” (Efesios 2, 8-9); que “por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él” (Romanos 2, 20); que “aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo” (Romanos 3, 21); que “el hombre es justificado sin las obras de la ley” (Romanos 3, 28); que la salvación “es por fe, para que sea por gracia” (Romanos 4, 16); que “por la ley ninguno se justifica ante Dios” (Gálatas 3, 11) o que “si por medio de la ley se obtuviese la justicia, entonces Cristo murió en vano” (Gálatas 2, 21).
Es difícil ciertamente dar con una doctrina que esté manifestada con más claridad en la Biblia que la de la salvación por gracia a través de la fe en el sacrificio expiatorio de Cristo.
Pues bien, ese Evangelio de la gracia es opacado en el denominado Código Real para apoyar la tesis de una salvación por las obras de la ley. Para ello se recurre al falseamiento del propio texto sagrado. Veamos algunos ejemplos:
* “… el hombre es justificado por fe obediente que no tiene nada que ver con la observancia legalista de la ley” (Romanos 3, 28). En nota a pie de página el texto intenta además defender semejante aberración indicando que “los que obedecen la Torah son los que tienen la promesa de recibir como regalo, la justicia divina”. Difícil resulta torcer más el texto de Pablo.
* “Y es evidente que por este legalismo que resulta de torcer la ley divina, nadie es declarado justo delante de YHWH porque está escrito: “El que vive en obediencia a la ley, recibirá el regalo de la vida que viene por su fe obediente a lo que YHWH ha prometido” (Gálatas 3, 11). De nuevo, el texto no puede ir más contra lo enseñado por Pablo. Si el apóstol señala que nadie se justifica por la ley sino por la fe, el Código Real intenta introducir la idea de que nadie se justifica por el legalismo, pero sí recibe la salvación por obediencia a la ley, es decir, exactamente lo contrario de lo enseñado en el Nuevo Testamento.
* Otro ejemplo de esta depravación lo tenemos en Gálatas 2, 21 donde la afirmación rotunda de que la salvación no es por la ley se ve sustituida por el siguiente galimatías: “No desecho este regalo de YHWH, porque si por el legalismo que resulta en una interpretación equivocada de la ley divina fuese la justicia entonces por demás murió Mashiaj”.
Podríamos multiplicar los ejemplos, pero la enseñanza que pretende esparcir el Código Real no puede ser más clara. En contra de la doctrina bíblica de la salvación por gracia a través de la fe en el sacrificio de Cristo, el Código Real sostiene la tesis de que es la obediencia a la ley la que permite que Dios nos justifique. Cuando el texto de la Biblia muestra que por la obediencia a la ley no puede nadie ser justificado, el traductor del Código real sustituye con el mayor descaro el término ley (nomos) por circunlocuciones como “legalismo”, “interpretación equivocada de la ley divina”, etc.
Causa pasmo que un hombre se atreva a sustituir lo que enseñan las Escrituras por su propia interpretación torcida de las mismas. Causa pasmo, pero eso mismo es lo que lleva a cabo el Código Real y por ello le resulta de clara aplicación lo que Pablo escribió a los Gálatas:
“Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anuncia otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema” (Gálatas 1, 8-9).
Fuente: ProtestanteDigital.com