1) EL SINAÍTICO Y EL VATICANO SON TEXTOS CORRUPTOS
Para empezar, hay que señalar desde el principio que tanto el manuscrito Sinaítico como el Vaticano constituyen textos del tipo que suele denominarse corrupto. Con esto se quiere indicar que no sólo constituyen obras incompletas, sino que además han sido objeto de alteraciones que invalidan sustancialmente su valor. La afirmación de John Burgon en el sentido de que sobre el conjunto de los manuscritos el Sinaítico y el Vaticano “son los más corruptos de todos”, lejos de ser una exageración, constituye una descripción más que adecuada[2]. Por mencionar sólo algunos datos al respecto debe señalarse que el Vaticano omite toda la I carta a Timoteo, toda la segunda carta a Timoteo, toda la carta a Tito, casi todo el Génesis (Génesis 1 a 46, 29), extensas porciones de Samuel, Reyes, Nehemías, los últimos doce versículos del Evangelio de Marcos, la oración de Jesús en la cruz pidiendo el perdón de sus enemigos, la agonía de Jesús en Getsemani, los últimos cuatro capítulos y medio de la carta a los Hebreos, treinta y tres de los Salmos y un largo etcétera. Sin embargo, añade libros apócrifos como Tobías, Judit o la historia de Bel y el dragón, todos ellos, por cierto, contenidos en la Versión Popular -Dios habla hoy-. Asimismo en Job presenta adiciones en unos 400 versículos de acuerdo a las enseñanzas de un discípulo del hereje Marción. Con todo, no acaban ahí las relaciones entre este texto y los herejes. Sus puntos de contacto con la teología origenista[3] en pasajes que niegan la divinidad de Cristo es demasiado frecuente como para que pueda tomarse como casual[4].
En relación con el Texto Mayoritario o Textus Receptus (TR), omite al menos 2.877 palabras, añade 536, sustituye 935, cambia de lugar 2.098 y modifica 1.132. En total contiene 7.578 divergencias[5]. Su importancia, sin embargo, es enorme ya que unas nueve décimas partes de las alteraciones del Nuevo Testamento griego en relación con el Textus Receptus derivan de este manuscrito.[6]
En el caso del Sinaítico, el carácter de texto corrupto no es menor. De hecho, nos encontramos con un documento en el que realizaron modificaciones no menos de diez escribas diferentes a lo largo de un periodo no inferior a setecientos años[7]. Como señaló Tischendor, su descubridor, el Sinaítico contiene no menos de catorce mil ochocientas alteraciones. No es extraño, por lo tanto, que sólo en los Evangelios omita unas cuatro mil palabras, añada unas mil, y cambie de lugar y altere otras tres mil. Además de esto contiene unas mil quinientas lecturas que no aparecen en otros manuscritos. En relación con el TR, las diferencias llegan casi a la cifra de nueve mil[8], prácticamente una por versículo. Como en el caso del Vaticano, las omisiones son asimismo frecuentes. Carece de los finales de Marcos y de Juan; de treinta y nueve palabras en Juan 19, 20-1, de veinte palabras en Juan 20, 5- 6; de diecinueve palabras de Marcos 1, 32-4 de catorce palabras en Marcos 15, 47; de pasajes como Juan 5, 4; Mateo 16, 2-3; Romanos 16, 24; Marcos 16, 9-20; I Juan 5, 7; Hechos 8, 37; Génesis 23, 19-24, 46; Números 5, 27-7,20; I Crónicas 9, 27-19, 27, etc.; de libros como Éxodo, Josué, I y II Samuel, I y II Reyes, Oseas, Amós, Miqueas, Ezequiel, Daniel y Jueces. Sin embargo, añade apócrifos como Bel y el Dragón. Tobías y Judit, todos ellos presentes en la Versión Popular -Dios habla hoy-.
Señalemos finalmente que además el Sinaítico y el Vaticano ni siquiera son coincidentes entre si. El Vaticano contiene cerca de ocho mil alteraciones y el Sinaítico cerca de nueve mil en relación con el TR pero esas variaciones ni siquiera son las mismas en los dos manuscritos. De hecho, el Sinaítico y el Vaticano discrepan entre si no menos de una docena de veces por página. Como muy bien señaló Colwell en el setenta por cien de los versículos de los Evangelios, el Sinaítico y el Vaticano discrepan. En palabras de Burgon: “Es más fácil encontrar dos versículos consecutivos en los que estos manuscritos difieren que dos en los que concuerden”[9]
Ciertamente, analizado desde un punto de vista meramente científico y racional, resulta obvio que pretender fundamentar una versión adecuada del Nuevo Testamento griego correcta sobre manuscritos tan cargados de deficiencias resulta menos que aceptable. De hecho, constituye un disparate sin paliativos.
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2. Dean J. Burgon, The Revision Revised, 1981, pp. 16, 318, 520.
3. Sobre las herejías de Orígenes, véase “Orígenes” en C. Vidal Manzanares, Diccionario de Patrística, Estella, 1996 (2ª de).
4. Por si fuera poco, el mismo ha disfrutado desde la época de la contrarreforma (s. XVI y XVII) de un especial aprecio por parte de la jerarquía católica y de órdenes religiosas como los jesuitas. Se utilizó así como base para la versión católica de Reims – debida a los jesuitas – y durante el concilio Vaticano II se regaló una copia del mismo a cada obispo católico. Esta edición contaba con un prefacio de Carlo Martini, que ha colaborado con las Sociedades Bíblicas en la elaboración del texto del Nuevo Testamento Griego que éstas utilizan para sus traducciones.
5. P. Mauro, “Which Version? Authorized or Revised?” en TOF, p. 78.
6. P. Mauro, Idem, p. 89.
7. Este hecho ha sido reconocido incluso por el autor liberal Bruce Metzger que señala como la aplicación de la lámpara de rayos ultravioletas ha permitido descubrir que la que lectura original en el manuscrito fue borrada” en varios lugares (B. Metzger, Manuscripts of the Greek Bible, Oxford, 1991, p. 77).
8. P. Mauro, “Which Version? Authorized or Revised?” en TOF p. 78 9 Burgon, The Revision Revised, p. 12.