En un día, un niño de 10 años es susceptible de estar expuesto, mediante su alimentación, a <strong>128 residuos químicos provenientes de 81</strong> sustancias diferentes. <strong>Cuarenta y dos de ellas están clasificadas como “cancerígenos posibles o probables” y cinco como “cancerígenos seguros”</strong>. <strong>Treinta y siete sustancias son también perturbadores endocrinos (PE)</strong>. Esta es la conclusión del estudio presentado el uno de diciembre por la Asociación Ecologista Generaciones Futuras y la red Alianza por la Salud y el Medioambiente (Heal), en conjunto con la Red Medioambiente Salud (RES) y WWF Francia. Entre julio y septiembre, los autores de la investigación hicieron sus compras en supermercados franceses de Oise y París de los productos necesarios para la alimentación diaria tipo de un niño de 10 años que come en casa, es decir, tres comidas principales y una secundaria. Los menús no eran arbitrarios sino que respetaban el equilibrio nutricional. Las asociaciones solicitaron luego a laboratorios independientes analizar los alimentos para detectar en ellos la posible presencia de residuos de pesticidas, dioxinas, metales pesados, plastificantes, o aditivos alimentarios. El resultado es edificante: se encontraron 34 sustancias químicas en el salmón fresco, de las cuales más de la mitad con cancerígenos o perturbadores endocrinos; seis sustancias en el queso fundido, todas cancerígenas y perturbadores endocrinos. Se encontraron quince residuos en la mantequilla del desayuno, 10 en el bife con 15% de materia grasa, todos cancerígenos y perturbadores endocrinos, etc. <strong>En total, 128 residuos químicos se ingieren en una jornada</strong>. Peor aún, sustancias prohibidas en Francia fueron encontradas en una lata de porotos verdes proveniente de Kenya y en arroz importado de Asia. Por cierto, los límites legales para cada sustancia tomada individualmente son respetados en la casi totalidad de los casos. Pero <strong>“la cantidad de residuos de pesticidas y contaminantes que se encontraron es impactante”</strong>, constata el nutricionista Dr. Laurent Chevallier, quien pide “más control e investigaciones sobre el efecto acumulado de estas diferentes sustancias químicas y la duración de exposición”. Estos resultados “van más allá de lo que temíamos”, se inquieta François Veillerette, portavoz de Generaciones Futuras, quien reconoce que este estudio, el primero de una vasta campaña sobre el tema “Medioambiente y Cáncer” lanzada por su asociación, “merecería ser profundizado”. Los autores de la investigación afirman que “los efectos de las sinergias probables inducidas por la ingestión de estos cócteles contaminantes no son tomados en cuenta y e riesgo final para el consumidor es probablemente muy subestimado”. Veilerette insiste en que “actualmente no sabemos casi nada del impacto de los cócteles químicos ingeridos por vía alimenticia. “Pedimos la aplicación del principio de prevención con el fin de disminuir al máximo la exposición ambiental, y sobre todo alimentaria, a sustancias sospechosas de ser cancerígenas”, exigen los autores. El profesor Dominique Belpomme, de la universidad París-V-Descartes insiste en que <strong>“el veneno no es la intensidad de la dosis sino la repetición de dosis débiles, por lo tanto la duración de la exposición”</strong>. A estos médicos les inquieta la progresión de la prevalencia de los cánceres, aun cuando la mortalidad baja, y el vínculo de causalidad confirmado, según la Liga contra el Cáncer, entre la exposición a los pesticidas y el origen de ciertos cánceres entre los agricultores. En este contexto, “nuestros representantes deben encontrar medios para reducir de manera sustancial la exposición, sobre todo alimenticia, de la población a estas sustancias químicas”, explica Veillerette. Según él ya existen soluciones de sustitución, como la agricultura biológica o razonada. Si bien el estudio es considerado esclarecedor, hay voces que se elevan para calmar el juego. “Tenemos forzosamente en nuestro plato sustancias químicas, todo es cuestión de dosis. El ser humano puede metabolizar los xenobióticos a los cuales está expuesto permanentemente (alimentación, medicamentos, aire interior…)”, subraya la Dra. Marie-Christine Boutron-Ruault, del Instituto Gustave-Roussy, “pero no corresponde generar una fobia en el seno de la población, que ya no sabe qué comer”. Fuente: <a href="http://www.lanacion.cl/los-128-residuos-quimicos-que-hay-en-los-platos-de-los-ninos/noticias/2010-12-29/114521.html" target="_blank">laNacion.cl</a>